domingo, 6 de marzo de 2011

La voz del autismo levante-emv.com

Los más de cuarenta usuarios del centro El Cau de Castelló quizá nunca lleguen a saber cuándo están contentos y cuándo tristes pero son el ejemplo de que se puede hacer frente a una enfermedad, aún sin cura. Ellos son, hoy, la voz del autismo.
Un niño autista del centro El Cau de Castelló pintando una tabla en el taller de manualidades.
Un niño autista del centro El Cau de Castelló pintando una tabla en el taller de manualidades.

Si algo distingue al ser humano del resto de los mortales es su capacidad de hablar, sentir y razonar. El cerebro permite a las personas relacionarse entre sí y saber qué situaciones les produce alegría y qué otras les produce tristeza. También sentimos el dolor, la felicidad, la nostalgia y la dicha. De repente se tiene esa necesidad de coger una mano, de dar un abrazo y de besar a quien se quiere. Los más de cuarenta usuarios del centro El Cau de Castelló nunca sentirán la necesidad de abrazar a nadie, quizá no lleguen a saber qué es el enamoramiento y, tal vez, tampoco lleguen a saber cuándo están contentos y cuándo tristes. En un momento de sus vidas, su comportamiento empezó a cambiar. Alguien se percató de que sus ojos no les miraba, que no desarrollaban el habla y que no sonreían. El autismo dejaba caer el telón. Pero hoy, algunos ya adultos, y otros todavía niños, son el ejemplo de que se puede hacer frente a esta enfermedad, aún sin cura. Son capaces de pedir la comida, de jugar, practicar deporte, hacer excursiones y todo tipo de manualidades. Ellos son, hoy, la voz del autismo.
En 1999 se daba por inaugurado el centro de rehabilitación para autistas El Cau de Castelló. Ese año nacía un proyecto y una ilusión: mejorar la relación social de los autistas. Desde entonces, por este centro han pasado decenas de jóvenes que han hecho de su enfermedad un compañero de viaje menos pesaroso.
Y es que el autismo es un trastorno que persiste a lo largo de toda la vida. Este síndrome se hace evidente durante los primeros 30 meses de vida y da lugar a diferentes grados de alteración del lenguaje y la comunicación, de las competencias sociales y de la imaginación. Con frecuencia, estos síntomas se acompañan de comportamientos anormales y repetitivos como balanceos o movimientos bruscos con las manos. El rasgo más notable del autismo es una interacción social limitada. Los niños con autismo suelen no responder a sus nombres y a menudo evitan mirar a otras personas. Otro de los aspectos que les caracteriza es el miedo a lo desconocido. El día de la visita, los niños del centro educativo se preparaban para hacer una excursión al parque de bomberos de Castelló. Ignacio Sales, cofundador de El Cau y actual miembro de la junta directiva, explicaba que cuando hay alguna actividad extraordinaria hay que preparar a los niños para que no se asusten. "Los autistas se rigen por comportamientos muy rígidos y estereotipados. Cuando hacen algo diferente hay que concienciarlos bien antes porque pueden ofrecer resistencia". No fue el caso de aquel día...
El Cau está dividido en dos departamentos: el centro educativo y el centro de día. El centro educativo se gestiona a través de un concierto con la Conselleria de Educación, cuenta con cuatro profesores, tres educadores y dos psicólogos y está financiado por la Generalitat, circunstancia que facilita la asistencia a este centro ya que no supone ningún gasto para los padres. Los niños no aprenden matemáticas ni ciencias naturales. Son alumnos que sólo tienen que aprender a relacionarse con los demás. Sólo tienen que aprobar dos asignaturas: normalización e integración. Para ello se aprovecha cualquier oportunidad para que los niños sientan la necesidad de comunicarse con los demás y romper con su independencia. Las oportunidades las plantea la vida misma: la hora de la comida, las tareas de aseo, los talleres, el deporte,... Y sus herramientas son los pictogramas, dibujos que representan aquello que quieren.

Internos
La dependencia de los autistas es, prácticamente, de por vida. En algunos casos, por circunstancias específicas, se precisan cuidados continuos. Es por ello que El Cau también tiene un centro de día en el que, actualmente, hay 27 adultos, 20 de ellos internos. Algunas personas pueden ser agresivas hacia sí mismas y hacia otros. Por norma general, en el centro llevan una vida muy tranquila pero a veces, la excesiva acentuación del estrés y los comportamientos agresivos hacen necesario tomar un respiro, y para ello tienen una sala específica. Es la sala Swezelen. Allí empieza a sonar los adagios de Albuñol...
Las notas empiezan muy suave y van in crescendo. Al mismo tiempo se encienden luces de todos los colores que se reflejan en el techo y las paredes dando forma a todo tipo de siluetas. La unión de todos estos elementos consiguen hipnotizar y relajar a los niños. Ellos juegan con todos los elementos de la sala desarrollando los sentidos: tocan hilos luminosos, observan con atención las luces, agudizan el oído para seguir el compás y aprecian el suave aroma que se desprende. Además, pueden disfrutar de todo ello, o bien de pie, mirándose en un espejo, o acostados en una cama de agua que desprende calor. En esta burbuja artificial, los autistas se olvidan por momentos de la burbuja en la que van a tener que vivir para siempre. Una pausa que ayuda a coger fuerzas en su lucha contra el aislamiento.

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