domingo, 19 de junio de 2011

Carretera (mucha) y manta malagahoy.es

Ocho institutos de otros tantos municipios en cinco provincias andaluzas: balance del curso que ahora termina para una profesora interina malagueña

PABLO BUJALANCE / MÁLAGA

Un aula de Bachillerato en Málaga, ecosistema que comparten los profesores interinos.

Cada vez que a Manuela Caparrós un profesor de alguno de los institutos a los que llega le pregunta si sabe usar la PDA para pasar lista, una sonrisa se dibuja en su rostro. Caparrós cuenta con una experiencia en las aulas de doce años sin interrupción, pero no pocos se empeñan en dirigirse a ella como a una novata cada vez que se incorpora a un centro. Esta malagueña es profesora de Filosofía en ESO y Bachillerato. Durante sus primeros años ejerció en un colegio concertado y en 2006 pasó a la enseñanza pública. Desde entonces, o bien no han salido plazas de su especialidad en las oposiciones de Secundaria convocadas o bien han salido en un número irrisorio (el año pasado se ofrecieron diez para toda Andalucía). Así que Caparrós es profesora interina, sujeta a los destinos a los que es enviada por la Administración para la sustitución de profesores en baja laboral. A veces ha tenido suerte: hace tres años trabajó un curso entero en un instituto de Málaga capital. Pero el que ahora termina se salda con un balance de ocho institutos en otros tantos municipios de cinco provincias, ninguna de ellas Málaga. El itinerario se ha desarrollado como sigue: del 24 de septiembre de 2010 al 9 de enero de 2011, en el Instituto Fuente Nueva, en El Ejido (Almería); del 11 al 24 de enero, en el Instituto Scala Coeli de Rute (Córdoba); del 25 de enero al 13 de febrero, en el Instituto Alfonso XI de Alcalá la Real (Jaén); del 15 de febrero al 2 de marzo, en el Instituto La Contraviesa de Albuñol (Granada); del 23 de marzo al 4 de abril, en el Instituto Castillo de Luna en Rota (Cádiz); del 25 de abril al 3 de mayo, en el Instituto Auringis de Jaén; del 5 de mayo al 7 de junio en el Instituto El Convento, en Bornos (Cádiz); y desde el 9 de junio hasta, previsiblemente, el próximo día 30 (salvo que se incorpore antes el profesor al que sustituye), en el Instituto Bahía de San Fernando (Cádiz). Resulta, además, que Manuela Caparrós (algo que la misma Administración andaluza parece no tener en cuenta a pesar de que ha convertido la unificación familiar en su santo y seña) tiene familia: su marido trabaja en Málaga y su hija, de tres años, ha pasado buena parte de este curso con sus padres en Vera (Almería), de donde es natural. De modo que, en su caso, lo de carretera y manta se cumple al pie de la letra para ver a los suyos con frecuencia. Pero, por si acaso, lo deja bien claro: "El balance es muy satisfactorio. He aprendido mucho y he conocido a gente estupenda. Habría sido deseable, claro, no tener que viajar tanto, pero a cambio he atesorado experiencias únicas".

Desplazarse doscientos kilómetros para dar clase no afecta únicamente a lo laboral. En este curso, Caparrós ha alquilado pisos y casas, ha compartido apartamentos con compañeros, ha residido en pensiones y hoteles y algún día no ha tenido asegurada una posada hasta bien entrada la tarde. El anecdotario es rico: en Rota, por ejemplo, tuvo como casero a uno de los miembros de Ecos del Rocío, que le alquiló una hermosa casa solariega en pleno barrio antiguo (donde sirven las mejores ortiguillas del planeta) y a pocos metros del paseo marítimo; en Bornos (donde impartió sus clases en el instituto El Convento, un verdadero convento construido en el siglo XVI con un maravilloso claustro que fue adquirido en los años 70 por la Caja de Jerez y en el que sustituyó a Juan Carlos Aragón, chirigotero y comparsista muy famoso en Cádiz y que también es profesor de filosofía) tuvo de casera a Manolita, mujer muy conocida en el pueblo, que le ofreció un enclave privilegiado nada menos que junto al Ayuntamiento y el Palacio de los Ribera, justo frente a la iglesia en cuyo campanario anidan las cigüeñas, en la segunda planta de una casa que acoge a huéspedes desde 1904; en Albuñol, donde no existe una sola pensión (sólo unos hoteles cercanos a la costa, en La Rábita, que en febrero estaban convenientemente cerrados) y donde únicamente se ofrecían para alquiler pisos sin amueblar, la generosidad de una compañera que la acogió en su casa se tradujo en una nueva y emocionante amistad; en Jaén, la sustitución que iba a durar un mes se quedó en poco más de una semana, en la que Caparrós ganó otra amistad, la de María Contreras, con la que compartió piso; y así hasta pensiones como la que emplea ahora en San Fernando.


Caparrós insiste: "Lo ganado profesionalmente es mucho. Los profesores que tienen su plaza disponen de un tiempo para aclimatarse, para anticiparse al curso. Cuando eres interino, no tienes periodo alguno de adaptación: llegas, te presentas y enseguida estás dando clase". Cada centro es, ciertamente, un mundo, pero también una oportunidad para aprender. En Rota, por ejemplo, Caparrós tuvo su primera experiencia educativa con una intérprete que trabajaba en un aula de ESO exclusivamente para una niña con sordera. Y en Alcalá la Real, donde cada mañana soportaba heladas de hasta siete grados bajo cero de camino al instituto, cuando anunció a los alumnos que la profesora a la que sustituía se incorporaba y que ella, por tanto, se marchaba, un nada discreto grupo de alumnos se plantó en el despacho del director para exigir que Caparrós siguiera siendo su profesora de filosofía hasta fin de curso: "El director les respondió que eso no dependía de él, que lo único que podían hacer era presentar una reclamación a la Consejería de Educación. No sé lo que pasó después, pero que suceda algo así es un motivo muy grande de orgullo". En este curso, Caparrós ha afrontado deficiencias técnicas, conflictos de todo tipo en los claustros y el milagro del aprendizaje libre y compartido. "Todavía hay quien me quiere enseñar cómo funciona el Séneca", apunta. Ya falta poco: misión cumplida.

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