domingo, 4 de agosto de 2013

Té con Yerbabuena granadahoy.com

La bailaora granadina triunfa en la 'Catedral del Flamenco' durante el Festival de Cante de las Minas
ANTONIO PARRA (EFE) MURCIA 
La Yerbabuena, durante su actuación en la 'Catedral del cante', el antiguo mercado de La Unión.
El Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión alcanzó su altura de crucero, en esta 53 edición, con el baile sobrio y majestuoso de Eva la Yerbabuena, una de las grandes señoras actuales de la danza flamenca. 

La llamada Catedral del Cante, el antiguo Mercado público de La Unión, se llenó para ver su espectáculo Yerbabuena, una sucesión de palos clásicos del flamenco. 

La gran actuación de la bailaora granadina estuvo precedida por la entrega al Reino Unido del premio Catedral del Cante, instituido para reconocer la labor de un país extranjero en pro de la cultura jonda. 

Su embajador en España, intentando romper el tópico de que su nación es fría y poco emocional, hizo un recordatorio de los numerosos espacios que programan en Londres y otras ciudades espectáculos flamencos 

El baile de la Yerbabuena, que es de una técnica exquisita y rica en recursos, resulta al mismo tiempo intensamente emocional, aunque recogido, casi íntimo, ensimismado y capaz de desplegar en un espacio reducido, y en movimientos casi a cámara lenta, una gran cantidad de movimientos. Es algo reconocido y aplaudido por la crítica y el público de todo el mundo. Comenzó su actuación bailando por seguiriyas y sentada, un recurso que utilizaba con frecuencia uno de sus primeros maestros, Mario Maya, aunque este solía taconear en esa postura que en él resultaba flamenquísima. 

El baile, como siempre en esta bailaora en plena madurez, resultaba intenso y pleno. Lástima que esa tendencia del baile actual de alargar tanto los palos lo abocara a las repeticiones innecesarias y cansinas. Entre baile y baile de Eva, el excelente grupo que la acompaña, mantenía el tempo muerto con excelente cante, toque, baile y hasta pataditas por bulerías de alguno de los cantaores. 

Pero la estrella, claro, era ella, que lució su repertorio de trajes de colores oscuros o sobrios, antiguos, decimonónicos, que junto a sus paseos lentos por el escenario a veces recordaban a una Dolorosa de la Pasión. Y pese a que su estilo es diametralmente opuesto al de las bailarinas españolas de escuela bolera o maestras de los llamados entonces bailes nacionales, que triunfaban a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX, sin embargo, a veces sus movimientos y mudanzas traían un aire añejo, antiguo que las recordaba. Y eso que su baile es moderno y recurre a movimientos de danza clásica y contemporánea. 

Sin embargo es como si todo lo visto hasta entonces quedara oscurecido por la majestuosidad final de su famosa soleá, seguramente hoy inigualable, rematada delicada y sutilmente no por unas bulerías gaditanas, como suele ser habitual, sino por la contención exquisita de un cuplé por bulerías. 

Una noche que comenzó con té inglés acabó llena del aroma de la mejor yerbabuena de Granada.

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