sábado, 21 de septiembre de 2013

"El derecho a la cultura debe ser real, que no significa totalmente gratis" granadahoy.com

Daniel Alonso es uno de los miembros de Pony Bravo edita a Mansilla y Los Espías y organiza el singular festival Megatrón.
FEDE DURÁN | 
Daniel Alonso, cantante de los Pony Bravo./Juan Carlos Vázquez

Daniel Alonso (Sevilla, 1978) es grande como un oso pirenaico, pero su camisa hawaiana delata lo que el profesor Bastenier definiría como ese caribeñismo propio de los moradores del sur. Su voz hablada anticipa la calidad de su voz cantada y es un envoltorio óptimo para el mensaje, que suena comprometido con el acceso real a la cultura y el amor a la creación desde el control del proceso. Alonso no es sólo uno de los miembros de Pony Bravo (tres discos, el último, De Palmas y Cacería, 2013). Como corresponsable de El Rancho, edita a otros (Mansilla y Los Espías), organiza el singular festival Megatrón y planea incursiones (en breve) en otros terrenos.

-[La entrevista se plantea parcialmente así: frases de canciones de Pony Bravo como semillas que generan respuestas y a veces nuevas preguntas]. No hay futuro cuando se pierde el encanto.  

-Los que critican la Sevilla antigua siempre resaltan que los hippies buscan un encanto que se perdió y que tenía que perderse. Antiguamente veía a gente de otros países que se venía a vivir aquí uno o dos años, y eso era porque había oferta cultural. Sevilla es cada vez más de plástico.

-China da miedo.

-Cuanto más me informo, más miedo me da. Igual que Putin. Si hay que asustarse por algo, asustémonos con ellos.

-Os parecéis un poco a los Doors y un poco a Triana.

-Cuando éramos más pequeños, la cultura del flamenco la veíamos más extraña y la influencia era anglosajona, pero con los años la música se enriquece mucho si cada uno trabaja con sus localismos. No puedes lograr matices ni buscar precisión si escribes sobre Michigan. Cuando un tío de allí te escuche, se reirá. Y es muy curioso, porque estamos acostumbrados a escuchar los localismos guiris, con Manchester o Brooklyn, con Bowie cuando se fue a Berlín y le dedicó canciones, y luego tenemos muchos complejos para hacer una sobre el Pumarejo.

-¿Siente que debe dejar el sur para vivir otras experiencias?

-Ya no. Eso fue sobre todo hace años, por no tener un proyecto que te atase. Lo ideal entonces es moverte y pasar al menos un año fuera. Ahora viajamos mucho con el grupo y no hay problema en quedarnos aquí. Si en el arte buscas una carrera con padrinos, rollo trepa, sí que es verdad que viene bien residir en Madrid o Barcelona. Tienes que estar donde sientas que quieres, que es donde vas a desarrollar las relaciones con la gente.

-Lo que pasa en Eurovegas, en Eurovegas se queda.

-Eurovegas es un misterio. Yo creo que no se va a hacer, viendo las condiciones que ha puesto Adelson [el promotor]. Es proyecto chusma y turismo chusma; es un intento de convertir España en un parque de atracciones cutre, que es lo mismo que pasa en Sevilla aunque se maquille de turismo de lujo. No sé quién va a tocar allí. Miguel Bosé, supongo.

-Yo soy un moro bueno de verdad.

-Queríamos hacer algo lolailo con un enfoque más revisionista. Esa letra está basada en unos cantes morunos que el Beni de Cádiz se inventaba y le cantaba a los jeques árabes de Marbella. Hay mogollón de moros buenos que están sufriendo por el problema islamista. También queríamos hablar de Guantánamo, que es como el Eurovegas americano.

-El campo fui yo/algo extraño sucedió/encontré mi parte salvaje.

-La fase campestre me dio fuerte. Va sobre ser de ciudad y pisar poco el campo. Iba mucho con mi padre; ya de adulto he dejado de hacerlo, y es cuando empiezas a verlo con más misticismo. Hay muchas letras de campo, de cacería incluso, en castellano y con acento andaluz. Era seguir esa senda pero en clave de rock.

-Una mala noche de setas la tiene cualquiera.

-Se componen relativamente pocos temas sobre determinadas sustancias. Las setas son de lo más amable, sano y divertido, y tienen detrás una cultura muy interesante. La particularidad de nuestra generación es que todo el mundo se ha alquilado una casita rural y se ha puesto ciego de setas... Pero hay que saber cómo consumirlas, de eso habla también la canción.

-El último disco, De Palmas y Cacería, es el más mordaz de todos.

-Igual que hay un paso de componer en inglés a hacerlo en castellano, con las letras existe otro proceso. Joe Strummer, de los Clash, decía que él siempre intentaba escribir sobre los temas que le interesaban. Así es más fácil llegar a los matices porque sabes mucho del asunto. También es un ejercicio de sinceridad. Cuando montas una banda te pones una especie de máscara que te altera hasta la temática: escribes en clave de rock y sin darte cuenta te metes en la épica, las emociones, el romanticismo porque sí. Para evitar los clichés hay un ejercicio muy sano: intentar cantar como hablas y escribir de los temas de los que charlas con tus amigos, en los que piensas. Casi cualquier cosa, si la tratas bien, puede servir para hablar de otra. 

-¿Por qué esa obsesión de la crítica con las etiquetas?

-Cuando se hablaba de Fela Kuti se explicaba que hacía world music, pero después investigabas sus letras, que eran mucho más importantes que el afrobeat, y descubrías que incluso había sido candidato a presidente de Nigeria. A la hora de profundizar se ha perdido, en los medios, el espacio físico, y el periodista tiene que hacer un ultrarresumen. Al final por eso quedan las etiquetas, que son una manera rápida de comunicar.
 
-¿Cómo está el flamenco?

-Siempre está vivo. Espero que ahora que habrá menos subvenciones se revolucione un poco. Pero es difícil, es un mundo bastante duro, como el jazz. Son muy devoradores de sus propios hijos. Es un arte muy técnico que ha crecido en una burbuja, en un gueto cultural: saben mucho de su cultura pero muy poco de las otras. Lo normal es que las fusiones sean supercutres.

-De Creative Commons al vinilo va un trecho. Pony Bravo elige ambas vías.

-Creative Commons abre un poco tu copyright para crear un modelo de negocio que se compense de otra forma: tienes más difusión, das más conciertos. Permites que se comparta cultura sin llamar a nadie pirata. Es importante porque hay un arte de remezcla que se ha consolidado y necesita usar el sampler. Pero el trasfondo más relevante es el derecho a la cultura: estas licencias permiten que gente que no tiene un duro pueda educarse con internet y acceder a la cultura crítica. Con los documentales de La 2 no es suficiente. Hay que luchar por que el derecho a la cultura sea real, que no significa totalmente gratis. Nuestros discos valen dinero.

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