jueves, 22 de mayo de 2014

La literatura, marca de Andalucía ideal.es

Frente a quienes se empeñan tan solo en globalizar los mercados, es urgente globalizar la sabiduría, universalizar la ternura, mundializar el humanismo

 

 Generación del 27. Federico García Lorca, Luis Cernuda y Vicente Aleixandre.

La jornada sobre el Futuro en Español, que acoge la Universidad de Granada y que se celebra en su Rectorado, nos invita a reflexionar sobre el hecho de que, por encima de banderas y naciones, casi cuatrocientos millones de seres humanos compartimos una patria común, el español, ese idioma cómplice que viene de antiguo pero, sobre todo, que nos abre las puertas de una globalización distinta. Frente a quienes se empeñan tan solo en globalizar los mercados, es urgente globalizar la sabiduría, universalizar la ternura, mundializar el humanismo.

Quienes practicamos, en distinta medida, la complicidad del español somos conscientes de que nuestras hablas y latitudes son diferentes, pero nuestra memoria colectiva se nutre de libros comunes, desde aquel invencible 'Don Quijote de la Mancha', de Miguel de Cervantes, a 'Cien años de soledad', de Gabriel García Márquez, cuya muerte se conmemora y cuya vida y obra se celebran con justicia en este encuentro granadino. Se ha hablado demasiado de las diferencias en torno al uso del español, pero no se habla suficiente de sus similitudes, de sus líneas tangenciales. Hay que sumar y no restar, más allá de la obcecación en debatir en torno a la estabilidad suprema del castellano o el barrunto de que el mejor español sea el de Andalucía, Canarias o América Latina en su conjunto, porque tiende a la síntesis. El escritor chileno, pero tan nuestro y tan europeo, Jorge Edwards, abrirá la jornada sobre Futuro en Español. Y quiero recordar que él se refirió en una ocasión a la necesidad de combatir los prejuicios entre esa lengua común pero mestiza, de ida y vuelta como sus cantes, a una y a otra orilla del Atlántico:
«Creo -respondió una vez a instancias de los periodistas- que con respecto al idioma tenemos que tener una inquietud intelectual para que nos divirtamos con un madrileñismo que no conocemos y que ellos se diviertan con los chilenismos, por ejemplo».
Andalucía, en ese contexto, se encuentra en una posición envidiable para hacer valer su condición de puente privilegiado para ese formidable mapa de palabras. Y no me refiero a las viejas crónicas de la 'Carrera de Indias', al magnífico castellano antiguo con que el jerezano Alvar Núñez Cabeza de Vaca nos narró sus naufragios frente a las costas de la Florida. Mucho más allá de la 'Carrera de Indias', Andalucía regaló a América personalidades como la del sabio Celestino Mutis, el tío ancestro del también malogrado y maravilloso Álvaro Mutis, con quienes Cádiz y Bogotá se hermanaron para siempre. A cambio, América trajo hasta Andalucía la figura cabal y pionera de la habanera Gertrudis Gómez de Avellaneda, cuyo bicentenario conmemoramos este año pues no en balde sus restos descansan en Sevilla.
Sin embargo, también este año le rendimos tributo a la memoria del exilio, aquella muchedumbre que tuvo que abandonar España por el simple hecho de defender la legitimidad democrática de la Segunda República y negarse a aceptar la mordaza de la dictadura franquista. Si el rastro fundamental de la poesía española lleva desde Fernando de Herrera y Luis de Góngora a nuestros días, otro tanto ocurre con buena parte de nuestros escritores del destierro, que fueron oriundos de Andalucía, aunque encontrasen sucesivo amparo en Tánger o en Orán y en Francia, donde muriese Antonio Machado; pero sobre todo en el México de Cárdenas, que acogiera a Emilio Prados, a Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, a Juan Rejano, a Adolfo Sánchez Vázquez, a Luis Cernuda o a María Zambrano, que también frecuentase Cuba y el Puerto Rico de Juan Ramón, antes de afincarse en la Italia que recibiría a Rafael Alberti y María Teresa de León tras su acogida en Argentina y Uruguay. En el Nueva York de hoy, el hijo de José Moreno Villa rememora a su padre no muy lejos de donde otros dos andaluces, Antonio Muñoz Molina y Elvira Lindo, conocen de cerca cómo crece el español en un país que hasta hace bien poco era mayoritariamente blanco, anglosajón y protestante.
Quiero decir con todo ello que la literatura es una de las principales señas de identidad de la Marca Andalucía y que Andalucía constituye una de las claves esenciales de la Marca España. Los cristianos sostienen, no sin razón, que en principio fue el verbo. Esperemos que esa palabra común nos sirva, a los andaluces, a los españoles y a todos los hispanohablantes, para construir un imaginario con eñe, que nos ayude a superar cualquier leyenda negra y a encontrar una plaza pública en donde Rubén Darío se siga cruzando con Salvador Rueda y Pablo Neruda y Octavio Paz saluden al pasar a Federico García Lorca o a Vicente Aleixandre. Ojalá todo ello nos sirva para afrontar un porvenir en el que podamos seducirnos mutuamente y en donde evitar que ningún imperio o cualquier trasnacional vuelvan a conquistarnos.

 

 

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