domingo, 22 de febrero de 2015

La belleza de lo arcaico granadahoy.com

La presidenta de la asociación de anticuarios reivindica un espacio cultural para la ciudad
L. MINGORANCE GRANADA
1. La presidenta de la Asociación de Anticuarios de Granada, Marta Castillo, en su negocio R. Gualda ubicado en Calle Elvira. 2. Las figuras religiosas, los cuadros o las lámparas forman parte de la esencia de estos negocios. 3. Cada objeto cuenta con una historia desconocida en muchos casos que le aporta un halo de misterio. 4. La asociación pretende eliminar la idea de que el gusto por lo antiguo es elitista.

Cruzar la puerta de un anticuario es atravesar la historia de una familia, una ciudad o un país. Cada pieza es única en cuanto a su trayectoria. De dónde viene o hacia dónde va es un auténtico misterio que a veces las personas que trabajan en este tipo de comercios saben desvelar. Otras veces es el propio cliente quién se monta su propia película al contemplar una vasija, un cuadro barroco o una cucharilla de plata. Sobre todo esto sabe la presidenta de la Asociación de Anticuarios de Granada, Marta Castillo. 

Según su opinión Granada siempre ha sido, junto a Toledo, un lugar de referencia en cuanto a las antigüedades. A ella, la profesión le viene de familia. El anticuario que regenta situado en la calle Elvira era de su abuelo. 

Para Castillo, la figura del anticuario ha cambiado sustancialmente en los últimos años. Ahora, a las personas que trabajan en ellos se les exige una profesionalidad total. Una labor casi científica a la hora de determinar la autenticidad y el valor de una obra. En todo esto sin duda internet se ha convertido en una herramienta fantástica. Por un lado para rastrear una pieza pero también para su posterior venta con posibilidad de hacerlo a millones de kilómetros de distancia. 

Parte de la esencia de estos negocios, además de que permiten adquirir objetos de gran valor, es la capacidad de reutilización de las piezas. En una sociedad de consumismo y con un sistema de comprar-tirar totalmente implantado, los anticuarios también son el lugar donde las piezas vuelven a cobrar vida. "Es otra forma de apreciar las cosas. Hay gente que se gasta mucho dinero en unos zapatos y otros que, sin embargo, prefieren gastarse el dinero en esto", remarca Castillo, que afirma que uno de sus clientes más jóvenes tan solo tiene 18 años. En este sentido, la presidenta remarca la necesidad de eliminar la imagen elitista que tienen los ciudadanos de este tipo de establecimientos. Castillo explica que hay muchas personas que, aunque les llama la atención, son incapaces de entrar a una tienda de estas características. Sin embargo, "hay precios para todos los bolsillos". 

Para acabar con esta idea errónea, la Asociación de Anticuarios de Granada ha sacado en dos ocasiones sus artículos a la calle. Gracias a un proyecto en común con la Concejalía de Comercio del Ayuntamiento de Granada los comerciantes han celebrado dos rastrillos de antigüedades y ya están organizando el siguiente. Según ella, además de estas iniciativas, también se podrían desarrollar otras para brindar una segunda oportunidad a cualquier objeto. "En otros países las ciudades celebran mercadillos en los barrios con los objetos que las familias no necesitan. Los sacan a la puerta para venderlos muy baratos", explica Castillo, que cree que sería útil copiar la iniciativa. 

Por otra parte, esta joven que combina su trabajo en la tienda de antigüedades con sus estudios en Historia del Arte considera que en la capital se hace necesaria la construcción de un gran centro cultural. Allí jóvenes y mayores podrían disfrutar de actividades, conciertos o se podrían instalar estos mercadillos que favorecieran el mercado del arte, la artesanía y las antigüedades. Como idea, plantea la posibilidad de utilizar algunas de las fábricas emblemáticas que hay en Granada. "La Azucarera, por ejemplo, está abandonada", lamenta esta joven que ve en este espacio suelo útil para llevar a cabo este proyecto. 

Mientras llega ese momento o no, ella sigue promoviendo el mercado de antigüedades a través de la asociación y en su propio negocio. Para ella lo más bonito de trabajar con estas piezas es pensar en descubrir su valor, su pasado, su presente pero también su futuro. Una pasión que curiosamente le llegó cuando salió por un tiempo de Granada y despertó en ella esta profesión que ya tenía su abuelo. La mayor dificultad llega sin duda cuando en el negocio entran piezas que enamoran hasta al propietario. Dejarlas ir no es fácil.

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