domingo, 22 de marzo de 2015

La promoción de los 27 grandahoy.com

La generación diplomática de la República congregó a una juventud intelectual que se fragmentó con la Guerra La diplomacia fue 'depurada' por el régimen franquista que incluso persiguió a los de sus filas
JUAN LUIS TAPIA
1. Foto de grupo en el parque llamado entonces del Cabezo en la Ciudad de Zaragoza, actualmente Parque Labordeta. 2. Sinagoga de Budapest, placa en el patio honrando a las personas que ayudaron a los judíos húngaros en el genocidio contra los mismos en 1944 en Budapest, entre ellos Sanz Briz. 3. Finca o Torre de Valdecara, propiedad de la familia de Sanz Briz donde fueron agasajados los aspirantes. 4. El grupo en una barcaza en el puerto de Hamburgo, 4 de agosto de 1933.

FUE la joven 'palma real' de la diplomacia, formada por 27 personas, entre las que se encontraban el hermano del poeta Federico García Lorca, Francisco; el que fuera ministro de Asuntos Exteriores durante la llamada Marcha Verde en 1975 y la posterior descolonización del Sáhara español, Pedro Cortina; el apodado 'Ángel de Budapest', Ángel Sanz Briz, que en 1944 consiguió salvar a unos cinco mil judíos de los campos de exterminio nazis; y Salvador Téllez, que vivió un doble exilio: de España a Chile tras el comienzo de la Guerra Civil y de Chile a España tras el golpe militar de Pinochet. Fue la diplomacia que se formó e inició su labor en embajadas y consulados al servicio de la República y cuya existencia fue olvidada durante décadas. 

Vivieron un viaje iniciático de fin de carrera, un itinerario por la España republicana, Centroeuropa y el Mediterráneo, allá por 1933. Fueron dos experiencias viajeras, una primera etapa, en el mes de mayo, por distintas localidades de España, y después, entre julio, agosto y septiembre del mismo año, por Europa, concretamente por países como Polonia, Suiza, Checoslovaquia y Alemania, país este último en el que asistieron en directo al inicio del movimiento nazi y al ascenso de Adolf Hitler al poder. 

El Ministerio de Estado (actual Ministerio de Asuntos Exteriores) fue el que promovió los viajes con el propósito de formar y ampliar los conocimientos de los alumnos a través de la observación y profundización en temas concretos, necesarios para su futura labor de diplomáticos, a la vez que los acercaba a la realidad productiva de España: la agricultura, la industria, la economía, y poder trabajar ellos más eficazmente en nuevos mercados. Por primera vez se creaba un cuerpo de aspirantes a la carrera diplomática con la finalidad de dotar económicamente a los que habían superado la primera fase de las oposiciones. El sueldo de 300 pesetas les permitiría, así, ser independientes durante la duración de sus estudios sin que ninguno se viera condicionado por la posible precariedad de su situación económica. De esta manera se democratizaba el acceso a la carrera diplomática que hasta entonces había estado reservado a las clases más privilegiadas. 

En febrero de 1936, antes de que estallara la Guerra Civil, Francisco García Lorca fue destinado a El Cairo. Allí, el hermano de Federico vivió una situación 'extraña' pocos días antes de que se produjera la sublevación militar contra la República. Según se recoge en su expediente archivado en el Ministerio de Asuntos Exteriores español, Francisco fue herido en un pie por un arma de fuego en julio de 1936, un mes antes de que su hermano fuera fusilado en algún lugar entre Víznar y Alfacar, en Granada. Después de lo ocurrido, salió de El Cairo el día 10 de septiembre, y el 18 de ese mismo mes llegó a Bruselas, donde tomó posesión de su nuevo destino como diplomático de la República. Tras la guerra, se exiliaría a Estados Unidos, y, después de ejercer como profesor en la Universidad de Columbia, en Nueva York, regresó en 1968 a Madrid, donde falleció en 1976. 

El investigador Miguel Caballero ha recogido en un libro aún inédito las impresiones del hermano de Lorca sobre el viaje que realizó como aspirante a diplomático, resaltando algunas de sus opiniones sobre la Alemania nazi que comenzaba a mostrarse abiertamente: "Aquí tuvimos la impresión del nacionalsocialismo bajo la forma de unos hombres uniformados que irrumpían diariamente en el comedor a la hora del almuerzo provistos de una alcancía que nos colocaban a unos centímetros de la nariz, después de hacernos el saludo del partido simultaneado por un enérgico taconazo", escribía en su cuaderno de viajes, un documento que Caballero ha resumido para darlo a conocer en este título inédito. 

También recoge el monográfico otras anécdotas más que significativas. Por ejemplo, el hecho de que uno de uno de los profesores que, como aspirante a diplomático, tuvo en la Escuela, Antonio Luna García, que había estudiado Derecho en Granada, como los hermanos García Lorca, había pertenecido a la tertulia de 'El Rinconcillo', creada en el granadino Café Alameda alrededor de 1915, de la que participó activamente Federico. También revela asuntos relacionados con Sanz Briz, el 'Ángel de Budapest', concluyendo que fue el propio Francisco Franco quien, en connivencia con Estados Unidos, le encargó salvar a los judíos sefarditas que vivían en Hungría. Sin embargo, Franco, privilegiado aliado de Hitler y, por ello, cómplice del Holocausto, nunca hizo público el origen de aquella orden. El propio Sanz Briz así lo reconoció en una entrevista en un periódico en 1949. Según incide Caballero, admitió que había actuado siguiendo órdenes de su gobierno y que éste había recibido la sugerencia de proteger a los judíos del Congreso Judío de los Estados Unidos. 

Además de la historia de Francisco García Lorca y Sanz Briz, Caballero recupera la peripecia de Salvador Téllez y, también, aunque de forma más breve, la del resto de aspirantes a diplomáticos, entre ellos los de la primera mujer en esta carrera, Margarita Salaverría, que, junto a su marido, fue testigo de la llegada del general De Gaulle a Londres para reorganizar la resistencia francesa. La inclusión al acceso de la mujer a puestos de responsabilidad política y social fue fruto de las ideas progresistas de la República Española, más concretamente del primer bienio reformista que apostó por la renovación de la enseñanza y la cultura española materializada con la Institución Libre de Enseñanza y el acercamiento de la cultura a las masas populares. 

El relato de aquellos viajes deja ver cómo fue la primera convivencia de un grupo que quedó dividido y desintegrado por la Guerra Civil. El grupo de los 27, idéntico número con el que fuera llamada la generación literaria de la época, estaba formado por una mezcla que reflejaba la amalgama social española del momento. Por una parte, se encontraban los jóvenes pertenecientes a una burguesía media que al fin lograba, gracias a la República, ocupar puestos reservados a la aristocracia endémica de la diplomacia, heredera del régimen de Primo de Rivera, y por otra, estos mismos, los de siempre, los de aquella vieja España que odiaba el joven y progresista régimen republicano. Lo que ocurrió es que una vez consumada la sublevación militar de 1936 una gran mayoría de diplomáticos se decantó por el bando sublevado, abandonando en la mayor parte de los casos sus puestos en las embajadas y consulados del extranjero. Ante tal actitud la República, con Azaña al frente y su Gobierno encabezado por José Giral, y siendo ministro de Estado Augusto Barcia Trelles, emitió un decreto el 21 de agosto, por el que quedaba disuelta la carrera diplomática tal como se entendía hasta ese momento. Quedó reestructurada solamente con los funcionarios que se mantuvieron fieles a la República, quienes ocuparían las plazas de los que se decantaron por el bando sublevado. Esto significó que esos funcionarios recibirían como premio interino un ascenso a la escala inmediata superior, como fue el caso de Francisco, que de secretario de tercera ascendió interinamente a secretario de segunda y ocupó una plaza en la embajada de Bruselas dejada por uno de los diplomáticos favorable a los sublevados, Pedro García Conde y Menéndez. Al ganar la guerra los sublevados siguió en la carrera diplomática, este paso dado por Francisco dejaba muy claro su lealtad a la República. 

"Fueron muy pocos los leales a la República, la mayoría de los diplomáticos se mantuvo con los rebeldes, en esta promoción, fueron cuatro o cinco los leales, entre ellos Francisco García Lorca y Salvador Téllez", comenta el investigador Miguel Caballero. La sublevación militar fascista rompió la feliz convivencia de los miembros de aquella generación diplomática republicana, unos jóvenes alegres, "que tuvieron un magnífico sentido del humor y que mantuvieron una relación de camaradería, entre otras cosas porque eran conscientes de que a pesar de los viajes-prueba prácticamente todos serían diplomáticos". 

El principal motivo de los viajes programados con los aspirantes a diplomáticos, era el conocimiento de la realidad social y económica de España y que supieran vender en sus destinos del extranjero lo que hoy se denomina 'marca España'. Por otra parte, los viajes por Europa tenían como objetivo conocer el funcionamiento de la Liga de Naciones, el pensamiento de profesores alemanes sobre Derecho y demás materias importantes para su futura función. En Alemania se encontraron con los primeros años del nazismo, ya que Hitler estaba en el poder desde enero de ese mismo año. La promoción del 27 fue muy crítica con todo aquello que presenciaron en los inicios de la Alemania nazi, a pesar de que algunos de aquellos viajeros posteriormente tuvieron como aliados a la esvástica. 

Caballero reconoce que en aquel grupo de jóvenes diplomáticos no se marcaban las diferencias entre las clases sociales, aquellos que procedían de la nueva burguesía española, alguna progresista y de quienes prácticamente accedían a la carrera por la costumbre tan española de continuar el oficio de los padres. "Hay que tener en cuenta -señala el especialista- que la República pretendió hacer más accesible la diplomacia a otras clases sociales, porque hasta ese momento estaba restringida prácticamente a la aristocracia que rodeaba al rey". Sin embargo, aquella intención republicana no consiguió elevar a la diplomacia a las clases más bajas, porque "en aquella España de 1933, el hecho de que los aspirantes a diplomáticos fuesen doctorados en Derecho, hizo que el acceso quedara muy limitado a clases burguesas con un poder adquisitivo más importante", añade Caballero. 

Los diplomáticos que quedaron en el bando de los vencedores, "no ayudaron para nada a sus compañeros republicanos, la carrera diplomática es una carrera muy jerarquizada, en la que el mando se nota". Después de la guerra se ordenó que se crearan comisiones de depuración para todos los diplomáticos, "en las que los republicanos fueron expulsados directamente, y los que quedaron en el bando franquista, algunos de ellos tuvieron serios problemas", apunta Caballero. Paradójicamente, Ángel Sanz Briz, conocido como el 'Ángel de Budapest', "casi es expulsado de la diplomacia a pesar de haber estado toda la guerra en la zona de Aragón en el bando nacional, y solo la intervención personal del ministro Serrano Suñer lo salvó de la expulsión". 

Lejos ya del bando que ocuparan estos jóvenes diplomáticos en la contienda fratricida, "fue la única vez hasta ese momento, en que estos funcionarios de exteriores tuvieron esa excelente formación; después con el régimen franquista todo eso se aparcó y ya no tuvieron lugar esos magníficos viajes de formación". 

"Creo que la democracia tiene una cuestión pendiente de homenaje a estos diplomáticos, que son los únicos de la única promoción de la República, muchos ellos murieron lejos de su país, con grandes problemas económicos y sin el reconocimiento de haber sido fieles al gobierno legitimo de la República. Ojalá en algún momento en el Ministerio de Exteriores, se tuviera la idea de honrar a estos diplomáticos", concluye Miguel Caballero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario