sábado, 11 de abril de 2015

Maldito cáncer, bendita poesía granadahoy.com

Daniel Rodríguez Moya presenta el próximo martes en la Biblioteca de Andalucía su documental sobre el taller para niños enfermos que imparten Claribel Alegría y Ernesto Cardenal
G. CAPPA GRANADA
Claribel Alegría y Ernesto Cardenal, durante uno de los talleres.
Rodríguez Moya, tras la cámara, en uno de los martes de poesía.

Ibis Palacios era una niña enferma de cáncer que murió a los 8 años; poco antes dejó escrito un verso de esos que consiguen hacer un nudo en la garganta: "Me gustan los poemas y me gusta la vida". Este frase da título al documental dirigido por Daniel Rodríguez Moya y Ulises Juárez Polanco, una producción hispano-nicaragüense sobre los talleres de poesía para niños con cáncer que imparten Ernesto Cardenal y Claribel Alegría en el Hospital Infantil La Mascota de Managua (Nicaragua). Todos los martes de la última década, la candidata al Premio Lorca de Poesía y el escritor que ganó el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2012 se reúnen con los niños de la clínica para compartir su amor por las palabras y por la vida. Y en los últimos tiempos, con el poeta y periodista granadino Daniel Rodríguez Moya para captar una escena bella y trágica a partes iguales. 

De hecho, las palabras niño y cáncer, cuando van juntas, forman la imagen más desoladora que se pueda pensar. ¿Cómo se conjuga esto con el mensaje de esperanza que intenta dar el documental? "Debería ser un oxímoron, pero lamentablemente no es así. No creo que sea posible expresar el dolor que una situación así puede generar en una familia, pero aún en un abismo de estas dimensiones existe un espacio para la esperanza", señala Rodríguez Moya. Así que un día tan anodino como un martes se convierte una vez al mes en un milagro gracias a la poesía. Así lo entendió un especialista en oncología infantil italiano, Giuseppe Masera, que es el pionero de este tipo de proyectos. "Él apreció que los niños con leucemia desarrollaban un talento especial para el arte y comprobó que a través de la poesía los pequeños mejoraban muchísimo su autoestima y confianza, algo que es muy positivo en los procesos de curación de esta enfermedad. Hace más de una década propuso ponerlo en práctica en Nicaragua y contó para ello con Ernesto Cardenal. Desde entonces se lleva a cabo con unos resultados extraordinarios", comenta el codirector del documental y autor de poemarios como Las cosas que se dicen en voz baja

Con todo, lo importante de este trabajo es que los niños encuentran un modo de expresarse, de dar visibilidad a través de las palabras, de las imágenes que son capaces de crear, de su mundo interior. Rodríguez Moya recuerda que muchos de estos pequeños son poco habladores, "pero a través de la poesía son capaces de abrirse, de contar cómo extrañan sus montañas, las cosas que comían, sus juegos en el colegio...". 

La mayoría proceden de lugares muy remotos de Managua y en sus poemas se aprecia cómo echan de menos su vida antes de la enfermedad. "De la enfermedad en sí no escriben demasiados poemas, más bien todo lo contrario, son poemas que derrochan una vitalidad que estremece", continúa sobre un proyecto que, de paso, le ha permitido conocer un poco más a dos autores como Claribel Alegría y Ernesto Cardenal, con los que mantiene además una estrecha vinculación como codirector del Festival Internacional de Poesía de Granada, que ha contado con los dos poetas nicaragüenses en las últimas ediciones. 

Ernesto Cardenal atesora "una gran experiencia en la dinámica de talleres literarios" y, cuando fue ministro de Cultura tras la revolución sandinista, en 1979, puso en marcha talleres en todo el país para enseñar poesía a campesinos, obreros o fuerzas armadas. Claribel Alegría, a sus casi 91 años, resume muy bien estos sentimientos "cuando dice que esta experiencia le enseña a conocer mucho más el mundo, que no es un jardincito, que no son los amigos simpáticos, sino un dolor profundo que hay, que lo recuerda todos los martes y que le acerca más a la vida". 

El funcionamiento de los talleres es muy sencillo; tanto Ernesto Cardenal como Claribel Alegría -así como otros poetas como Juan Ramón Falcón, que es el actual coordinador de los talares-, comienzan las sesiones leyéndoles poemas de autores conocidos o escritos por otros niños. A partir de esa sugerencia, los pequeños escriben sus versiones, lo que les sugieren. Lo leen en voz alta, se van comentando ellos mismos qué pondrían y qué quitarían, una actividad muy dinámica y participativa. 

En este sentido, los jugadores de fútbol van una vez al año a hacerse una foto con los niños enfermos mientras le dan un regalo comprado por su club. ¿Esta solidaridad de photocall le subleva o todo lo que haga feliz a un niño bienvenido sea? "Cualquier cosa que les haga salir de la rutina de los tratamientos o del hospital es siempre muy bienvenida por estos pequeños", responde Rodríguez Moya. "Los jugadores de fútbol tienen una ventaja además respecto a los poetas porque ¿a qué niño no le haría ilusión que un futbolista famoso le lleve un regalo?". 

La vida algunos de los niños que aparecen en Me gustan los poemas y me gusta la vida se apagó hace tiempo, algo que supone por un lado un homenaje póstumo a unos ojos inquietos y, por otro, un nudo en el corazón de Daniel Rodríguez Moya, que es padre de una niña. "La paternidad, además, acentúa mucho los sentimientos en torno a estos niños", confiesa el poeta que, semanas antes de comenzar a rodar, se vio invadido por la sensación de que no sería capaz de volver a entrar a ese hospital. Después de varios meses de producción para lograr permisos y demás estuvo a punto de abandonar la idea. "Pero por suerte todo fluyó con mucha naturalidad. Estábamos ahí, como uno más del taller, sin que las cámaras molestasen nada, compartiendo con los pequeños, con Claribel Alegría y Ernesto Cardenal muchos momentos mágicos. Los sentimientos esos días, en todo el equipo con el que trabajé, eran como una montaña rusa porque había momentos de un dolor extremo difícil de soportar y otros de una gran euforia por la vida, de optimismo y esperanza", concluye. 

En definitiva, los niños del hospital La Mascota, que ya han aprendido lo cruel que puede ser la vida, dejan una enseñanza para los adultos: "El amor por la vida por encima de cualquier circunstancia".

No hay comentarios:

Publicar un comentario