domingo, 10 de enero de 2016

¿A dónde van los estorninos de la Trinidad y los fantasmas de Mesones? granadahoy.com

ANDRÉS CÁRDENAS 
Vista de la Plaza de la Trinidad.

A HARRY los propósitos que todos hacemos al empezar el año le parecen cosa de adolescentes y personas que no han sufrido demasiados desencantos en la vida. Para él, la esperanza de que este año sea mejor se va desvaneciendo conforme pasan los días y nos encontramos las mismas dificultades para estar contento en la vida que en el año recién finiquitado. Dice que quizás para calmar el tiempo -ese dios sin entrañas- los hombres esperan al año nuevo con una copa de cava en la mano y la promesa de portarse mejor los unos con los otros. Para él, pesimista donde los haya (es un fiel seguidor de Cioran), la esperanza es una enfermedad y creer que vendrán tiempos mejores, una solemne tontería. 

-Si alguien inventar una vacuna contra una enfermedad, otro inventar un arma para matar semejantes, siempre así. Humanidad, sin remedio. 

-Joder, Harry… Empezamos bien el día. ¿Es que te prohíbe tu conciencia ser más optimista? -le digo en plan reproche. 

-Decir Víctor Hugo que la conciencia ser una tempestad dentro de un cráneo. Nunca tranquila. 

Harry me confiesa que no celebra casi nunca la Nochevieja. El día 31 él y su esposa Dorothy cenaron una tortilla francesa y después se pusieron a ver una película. A las doce abrieron un benjamín de cava, brindaron por ellos, se dieron un casto beso y siguieron viendo la película. Eso de comerse doce uvas al ritmo de las campanadas le parece pueril y lo de brindar por un año nuevo, algo que no entra dentro de su parámetros filosóficos porque dice no es el tiempo el que pasa, sino que más bien pasamos nosotros. 

-El tiempo pasar deprisa, y lo que ser peor, pasar repartiendo cuchilladas a diestra y siniestra. ¿Decir así? 

-No. Se dice a diestro y siniestro, pero es igual. 

Está el día gris, como la conciencia de Harry. Por fin han aparecido las lluvias que tanto molestan a los paseantes y alegran a los agricultores y vendedores de paraguas. He quedado con el irlandés en la plaza de la Trinidad porque me ha pedido que le acompañe a comprarle un bote de colonia a Dorothy. Yo le he dicho que podemos hacerlo en Mesones, la calle más comercial de Granada. Si nuestro cuerpo fuera una ciudad, la calle Mesones sería una de las arterias principales que bombea sangre al corazón económico de la urbe. Harry había pasado alguna vez que otra por la plaza de la Trinidad, pero no sabe su historia. Le explico que se trata de una de las plazas más románticas y encantadoras de Granada, en la que yo me pasaba las horas muertas leyendo antes de que fuera tomada por los estorninos y acabaran con la tranquilidad de los atardeceres. 

Le cuento a Harry que aquella plaza la ocupaba en el siglo XVI el claustro del Convento de los Trinitarios Calzados, lo que explica el origen de su nombre. Después de la Desamortización de Mendizábal y de la huida de los religiosos, el espacio pasó a ser un inmueble que albergó la delegación municipal de Hacienda. En el año 1889 el edificio fue demolido y en su lugar se construyó la plaza que hoy todos podemos disfrutar. En medio hay una fuente octogonal de piedra de estilo barroco (algunos perspicaces cronistas han dicho que la fuente evoca el aniquilado claustro monástico) y está rodeada de una espesa arboleda (abetos, cedros, cipreses, naranjos, sauces….) capaz de albergar a miles de estorninos, que lejos de provocar la bucólica sensación de estar en el campo, causan la ira de los comerciantes y paseantes por el mal olor que desprenden sus excrementos. 

-Los pájaros de la ciudad ser barómetro de humores y estados de ánimo. El piar de pájaros ser necesarios para la vida de ciudad. Shakespeare hablar mucho de estorninos en sus obras. 

-Sí Harry, lo que pasa es aquí se juntan cincuenta o sesenta mil estorninos y además de meter un ruido enorme las cagadas que echan huelen fatal. El Ayuntamiento dice que ha hecho todo lo posible por espantarlos y que se vayan a otro sitio, pero por lo visto no se van, les gusta Granada. Ahora en invierno emigran, pero en primavera y verano quién pasa por aquí tiene que hacerlo con los dedos de pinza en la nariz. 

-Pues que Ayuntamiento limpie plaza. 

-Sí, lo hace, pero no debe dar abasto. Son muchas cagadas juntas. 

La plaza tiene bancos de piedra con espaldares de hierro y nada menos que siete quioscos dedicados a vender periódicos, pan, chuches y cupones de la Once. 

Es día de Rebajas y en la calle Mesones hay tráfico denso de personas que van con bolsas en la mano. Harry me cuenta que en su país las rebajas comienzan el 26 de diciembre, día de San Esteban. Ellos tienen un llamado calendario gaélico que no coincide con el nuestro pues su invierno acaba en enero y en mayo comienza allí el verano. 

La calle Mesones, le explico a Harry, se llama así porque en ella había muchos de estos establecimientos (así como posadas) donde encontraban comida y alojamiento todos los forasteros que venían a la capital. Le cuento a Harry que cuando yo vine a Granada, hace treinta y tantos años, la calle no era peatonal y en ella había muchas tiendas de calzado, dos sucursales bancarias, dos sombrererías, varias cafeterías, cuatro ferreterías y dos albardonerías y guarnicionerías. Casi noventa establecimientos dedicados a vender cualquier cosa al caminante. Le cuento a mi amigo irlandés que por haber había hasta dos librerías y que una de ellas, la Estudio, echó el cierre después de 57 años de actividad. 

-Librerías cada día interesar menos en todas partes. Algún día la humanidad lo lamentará -dice Harry. 

Convertir la calle Mesones en peatonal tuvo su polémica porque los comerciantes creyeron que iría menos gente a sus establecimientos. Hoy ya es una realidad aceptada por todos. En ella las tiendas tradicionales han sido sustituidas (algo ha tenido que ver ley Boyer) por locales modernos (la mayoría franquicias) en donde se venden las últimas tendencias en ropa, zapatos o perfumes. 

Al pasar por la altura del Arco de las Cucharas, donde está el Catastro, le explico a Harry la larga historia de aquel edificio, que primero fue una iglesia (la de la Magdalena), después de un particular que adquirió el inmueble tras la desamortización de Mendizábal y después unos almacenes que llevaban el nombre de la iglesia primitiva. Después adquirió el local la cadena norteamericana Wolworth. Tras siete años de actividad, echó el cierre hasta tiempo después que lo adquirió la Diputación de Granada para establecer allí su centro logístico. Después estuvo Hacienda y ahora el Catastro. Como a Harry también le gustan las anécdotas y las curiosidades de las ciudades, le cuento que hay por Granada una leyenda que dice que ese edificio ha pasado por tantas manos porque está maldito. En él habitan varios fantasmas que han hecho correr a más de uno. Algunos trabajadores de los negocios que allí han existido contaron a los periódicos que las luces se encendían y apagaban solas, que los muebles se abrían y se cerraban sin que mano humana los accionaria que las cosas amanecían cambiadas de sitio. 

-Vino hasta la tele, Harry, a hacer programas de fenómenos paranormales. Ahora parece que la cosa se ha calmado porque desde que estuvo ahí Hacienda los fantasmas huyeron. Por algo será. 

-¿Y dónde estar fantasmas ahora? 

-No lo sé Harry, seguramente se han ido a la Plaza del Carmen. 

-¿Por qué ir allí? 

-Porque allí está el Ayuntamiento. 


Y Harry se ríe de mi ironía.

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