domingo, 17 de enero de 2016

Educando hacia lacumbre granadahoy.com

La esencia de la educación radica en la superación por uno mismo de las dificultades que surgen a lo largo de la vida La superación es la pólvora que detona el progreso personal


CUANDO educamos a nuestros hijos es imprescindible hacernos una pregunta, ¿hacia dónde queremos que se dirijan, hacia la independencia y la satisfacción, hacia la dependencia y la frustración o quizás hacia la más profunda estupidez y el fracaso? Indudablemente todos, aunque nunca nos hayamos planteado esta pregunta, sabríamos contestarla rápido y no tendríamos duda de la opción que escogeríamos, pero decidir subir una montaña no te hace escalador, aunque 'querer' es siempre un primer paso para aprender. 

Sigamos con el mismo ejemplo y pensemos en la esencia real que supone escalar. No es otra cosa que aprender a superar, con esfuerzo propio, las dificultades que ofrece un terreno pedregoso y vertical, porque si consistiera en avanzar por un terreno liso, horizontal y sin obstáculos, estaríamos simplemente paseando y, aunque pasear suele ser más agradable y mucho menos arriesgado, no coronaríamos nunca la cima, veríamos las cosas siempre desde abajo y el horizonte dependería de lo que tuviéramos ante nosotros y no de nuestras destrezas. 

Al igual ocurre con la educación, la esencia radica en la superación por uno mismo de las dificultades que surgen a lo largo de la vida, por este mismo hecho, las dificultades constituyen una necesidad inherente a todo tipo de aprendizaje, siendo la superación de esas mismas dificultades, la pólvora que detona el progreso personal. A lo largo de estos años he conocido a muchos chicos que sufrían y hacían sufrir cuando no conseguían lo que codiciaban, amparados en el derecho que algunas veces los padres le concedemos cuando le damos el capricho que ansían por el simple hecho de pedirlo y sentir "la suerte" de ser sus padres; pero resultaba que al plantearles la posibilidad de empezar a lograr los objetivos a través de sus propias destrezas, surge un conflicto y un periodo de reajuste, pero después de un tiempo nace el mejor estímulo para darle sentido a su esfuerzo, diluyendo la frustración, fortaleciendo su autoestima y generando una imagen propia de suficiencia, eficacia y control. 


Por eso mismo, en toda buena intención de educar, cabe la necesidad de brindarle a los chicos una honesta y completa experiencia personal, que les permita superar los retos, enfrentándose por si solos a las dificultades, siendo por todo ello conveniente pensar, o cuanto menos contemplar que, cuando nuestro hijo nos pide algo que no necesita, por ejemplo un móvil, un coche propio o una bicicleta, sea primero capaz de pagar la factura de teléfono si se pasa, contratar un seguro a terceros para el vehículo o pedalear después de caerse por primera vez, aunque para todo ello sea igualmente necesario e incluso imprescindible que estemos al otro lado del teléfono cuando nos llama, en el asiento del copiloto cuando conduce y cerca de él para ayudarlo a levantarse del suelo cuando sufra una caída de la bicicleta.

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