miércoles, 30 de marzo de 2016

Tras el misterioso éxito de las especies invasoras saberuniversidad

La ecóloga de la Universidad Pablo de Olavide estudia los efectos que tiene la transformación del hábitat en la biodiversidad · Afirma que hombres y mujeres sufren la tensión entre la familia y la carrera científica, aunque la factura emocional sea mayor para ellas.
Martina Carrete, segunda por la izquierda, en una imagen tomada durante un trabajo de campo.

¿Por qué en un escenario en el que muchas especies pierden a causa de los efectos de las actividades humanas, otras son capaces de adaptarse y proliferar? ¿Qué consecuencias ecológicas y evolutivas tiene el éxito de las especies invasoras que ocupan los medios urbanos? La ecóloga Martina Carrete trata de hallar la respuesta a estas dos preguntas en el Departamento de Sistemas Físicos, Químicos y Naturales de la Universidad Pablo de Olavide.

Con 84 artículos en revistas del Science Citation Index, base de datos que incluye las mejores publicaciones científicas, 10 proyectos de investigación financiados en convocatorias públicas -uno de ellos europeo- y otros ocho por empresas y comunidades autónomas, así como una patente en trámite, su actividad científica gira en torno a los efectos que tienen la transformación del hábitat y las especies invasoras en la biodiversidad.
Explica que durante gran parte de su carrera investigadora ha trabajado en especies que se pueden definir como perdedoras “a tenor de su estatus de conservación, evaluando las consecuencias de la transformación del hábitat y la disponibilidad de recursos sobre las comunidades animales” de distintos biomas o áreas geográfica que comparten clima, flora y fauna.

Su interés científico en los últimos años se ha ampliado también hacia las especies ganadoras y a los motivos que justifican el éxito de las invasoras en unos espacios en los que otras se ven amenazadas a consecuencia de la actividad humana. 

Recuerda que en sus inicios las mujeres eran casi una excepción en el área de la ecología. “Éramos unas pocas hippies mirando bichos en el campo”. Ya no son una rareza si bien este sector científico todavía está dominado por los hombres, circunstancia que no ha supuesto ninguna traba en la trayectoria de Martina Carrete. “Siempre he sentido por parte de ellos la mejor de las predisposiciones para facilitarme las cosas cuando me ha hecho falta. Nunca he sentido que mi condición de mujer supusiera un problema en mi trabajo”, confiesa. Esto no significa que no existan lo que denomina “condicionantes importantes” y subraya sin contemplaciones que “la decisión de tener hijos es algo que debes posponer si quieres tener una carrera investigadora porque es casi imposible que al principio, cuando estás haciendo la tesis doctoral, seas capaz al mismo tiempo de ser madre y ser suficientemente competitiva para optar a becas doctorales”. 

“Yo tengo hijos”, dice y por eso puede hablar en primera persona, a partir de su experiencia, esa que le obliga no solo a trabajar por las mañanas, cuando los niños están en el colegio, sino también “por las noches, incluso muchos fines de semana, y sacrificando muchísimos años la posibilidad de tener vacaciones”. Sin embargo, reconoce que esta duplicidad, esta tensión entre la familia y la carrera científica no es exclusiva de las mujeres. “Es algo que me pasa a mí y a mis compañeros hombres también”, puntualiza. Otro asunto es la “factura emocional” que sí cree que es “un poco más alta” en el caso de las mujeres. En este sentido, echa en falta facilidades para conciliar la vida laboral y familiar.


Ha observado, por otra parte, el “brutal” impaco de la crisis y cómo en muchos casos haempujado a la mujer a abandonar la carrera profesional en favor del hombre. Aclara, no obstante, que este fenómeno no es propio de su campo, sino “un patrón general” porque en ciencia “afortunadamente no sentimos penalizaciones ni en el sueldo ni en tareas por la condición de ser mujer”. 

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