miércoles, 4 de mayo de 2016

La igualdad a ti debida el Huffington Post

 
Psicólogo y miembro del PSRM-PSOE

Demasiadas veces, los estereotipos median nuestras relaciones de amistad, de pareja, laborales e incluso familiares, entrando de una manera casi siempre insidiosa, prácticamente inconsciente, que hace que establezcamos diferencias de rol o percepciones erróneas en estas relaciones, afectando, como no puede ser de otro modo, a las mismas y a nuestra propia estabilidad.
El estereotipo tiene mucho que ver con el prejuicio, aunque éste último sea más agresivo y evidente que el primero. Cuando prejuzgamos a alguien, estamos también introduciéndolo en un apartado estanco que le será muy difícil abandonar desde nuestra óptica. Y en todas estas relaciones y percepciones, la igualdad tiene un papel mediador fundamental.
Solemos caer, en según qué situaciones, en una falsa progresía que, a poco que se rasque, deja ver lo reaccionario de nuestras actitudes; como por ejemplo, dejar pasar primero a una mujer por "cortesía", proteger a la novia o esposa porque es más "delicada" o decir que la mujer independiente es "explotada" en la gestación subrogada. Todos éstos son ejemplos de lo que se conoce como machismo benevolente, que sigue siendo machismo pero disfrazado de protección. El colmo del estereotipo y del prejuicio, como pueden suponer.
Este machismo, que a veces roza el neoplatonismo al considerar a una mujer como un sujeto más delicado y frágil, es el más común en nuestro primer mundo; y es por eso que hay que combatirlo con más fuerza, si cabe, que al machismo "de toda la vida", que sin duda sigue presente aún en la sociedad. El heteropatriarcado ha hecho del machismo benevolente su modus operandi y, en el fondo, lo que sigue estando presente, su modus vivendi, sigue siendo el machismo tradicional.
Hay un sector de la progresía occidental que se ha convertido en un aliado perfecto de este machismo benevolente, considerando a la mujer como un ser prácticamente sacrosanto y virginal, elevando la maternidad hasta cotas tan altas que casi rozan con las de la Iglesia Católica, viendo en cada esquina social que la mujer es carne de explotación casi idiosincráticamente. El machismo tradicional, como pueden deducir, ha hecho muy bien su trabajo al deslizar su discurso en foros muy diversos.
Hay que reivindicar la igualdad tomando como base la realidad que nos rodea. Es un hecho que la mujer sufre discriminación laboral y salarial; es cierto que la mujer, por el hecho de serlo, sufre violencia en la pareja; y es también cierto que una mujer tiene que sufrir comentarios sobre su físico, inteligencia o cualquier otro aspecto desde una óptica machista. Esta realidad tenemos que transformarla en igualdad y, para conseguirlo, no debemos empequeñecer más a la mujer.
Para practicar la igualdad es necesario desterrar actitudes que limiten la libertad de la mujer como, por ejemplo, decir que es libre para abortar pero que no lo es para ser gestante en un proceso de gestación subrogada, o decir que es libre para trabajar en lo que le plazca pero que no lo es para tomarse una baja por maternidad de más de tres meses. Es la mujer la que tiene que decidir, y es la que tiene que empoderarse.
El machismo benevolente es una forma sutil de ejercer violencia que va haciendo que se instale en nuestra conciencia colectiva que es normal, incluso deseado por la propia mujer, ser rescatada por un príncipe, o que su objetivo natural es ser madre. Se podrían enumerar infinidad de ejemplos, sustentados por gente de todas las tendencias políticas y clases sociales. Este machismo es uno de los males que la igualdad tiene que combatir a diario en casi todas partes.
Tenemos que apostar por la igualdad real entre hombres y mujeres, por el empoderamiento de la mujer y por la equidad en cualquier ámbito de la vida. Debemos estar alerta ante cualquier forma de machismo y combatirla, sobre todo porque el machismo es la antesala de casi cualquier violencia social, combatirlo es apostar por la paz, y apostar por la paz es apostar por la igualdad.
Y cuando deseas algo,
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva.
No. Te espero más allá
de los fines y los términos".
La Voz a Ti Debida, de Pedro Salinas.

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