lunes, 12 de septiembre de 2016

Granada y el pozo airón de los terremotos granadahoy.com

Granada tenía su pozo para amortiguar los terremotos. Pero siguieron los movimientos porque se había cegado el pozo airón de la calle Elvira. Lo que cae en el pozo se olvida para siempre.
JOSÉ LUIS DELGADO

ES curioso que sea Granada tan desgraciadamente rica en movimientos sísmicos y en olvidos pertinaces de asuntos que caen en saco roto o en pozo airón. El escritor romano del siglo I Plinio el Viejo en su Historia Natural, libro II, c. 84, nos refiere que los pozos abiertos son un remedio contra los terremotos porque por sus aberturas dejan salir el aire en libertad y las ciudades que están sobre ellos sufren menos los temblores de la tierra. 

Era la misma opinión que defendía el filósofo cordobés Séneca en su obra Naturales Quaestiones al achacar los terremotos al aire comprimido que busca salida como puede. Haciéndose eco de estas antiguas lecturas el escritor granadino del siglo XVII Francisco Bermúdez de Pedraza se lamenta de que los terremotos asustaran a la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, y la hicieran salir de Granada cuando la ciudad estaba asegurada por haber construido los moros un pozo airón en la calle Elvira. Es el pozo al que alude el también cronista granadino Henríquez de Jorquera cuando al referirse a la calle Elvira dice "en ella está hoy el grande y profundo pozo que llaman airón, no sé si con buen acuerdo mandado cegar porque fue hecho para que el aire tuviera salida y aminoraran los temblores". 

Y no sería el único porque, sea realidad o leyenda, pozos y galerías los hubo por toda la ciudad, aunque algunos fueron cegados "por nuestro mal gobierno, pensando que pozo sin agua es ocioso", dice Bermúdez, el cual asegura además que "por esos pozos y cuevas hondas respira el viento metido en las venas de la tierra". 

Los reiterados terremotos que se fueron produciendo en la ciudad, sobre todo los del año 1778 fueron achacados precisamente a que se había cegado el pozo airón de la calle Elvira que estaba más concretamente en la desaparecida calle Pozo de Santiago y luego Postigo y placeta de la Cuna, aunque nadie lo ha visto nunca ni se sabe cuando se cegó. 

Dicen los diccionarios que Airón era el nombre de un dios de la Hispania prerromana relacionado con las simas y las aguas profundas ubicadas en pozos y lagunas y por ello se le asocia con el inframundo, el mundo de las profundidades a donde iban a parar las almas de los muertos. Son pozos insondables de modo que lo que allí cae nunca más aparecerá. De ahí que tanto el refranero popular como determinadas expresiones coloquiales asocian el pozo airón con el olvido para siempre. Por eso no es extraño que Granada, ciudad olvidadiza, sea rica en "pozairones", en asuntos que se pierden como hundidos en un profundo pozo airón. 

Según la leyenda fue en un pozo airón de La Almarcha (Cuenca) donde don Bueso quiso ahogar a 24 de sus amigas sabiendo que de allí nunca saldrían. En uno de estos pozos endemoniados fue donde cayó, empujada por su propia hermana María Lidón, envidiosa de su hermosura, según la leyenda medieval. También Cervantes en su obra Viaje al Parnaso recomienda a las madres que "tengan hijos traviesos los amenace con los malos versos del poeta arrojándolos a la sima de Cabra o al Pozo Airón". En Aldea del Pinar, Burgos, existe la Laguna de Pozo Airón dedicada, según los historiadores locales, al dios prerromano Airón. Y Virgilio en la Eneida nos recuerda que de la Laguna Estigia, frontera entre el mundo de los vivos y los muertos, nunca se vuelve. 


Tal vez fue buena idea cegar el pozo airón de los terremotos en Granada porque no está mal que la ciudad se mueva de vez en cuando, no que tiemble, y que se tapen de una vez esos profundos agujeros, herméticos cajones de los funcionarios covachuelistas en los que se oscurecen los asuntos, caen en lo hondo, se eternizan en el baúl de los recuerdos y se olvidan para siempre "para nunca más volver", como dice en el tango Carlos Gardel.

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