lunes, 24 de octubre de 2016

Aprender en el país de las maravillas granadahoy.com

Las cuatro escuelas infantiles municipales son el paradigma de la educación Infantil en España. Solo el año pasado las visitaron más de 800 profesionales.

"Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y un hilo". La cita, de Jorge Luis Borges, es el paradigma que guía el proyecto educativo de las cuatro escuelas infantiles municipales de Granada (Arlequín, Belén, Duende y Luna). Un hilo del que van tirando con maestría y destreza unos cuarenta profesionales de la educación durante seis años para que los 400 niños que llenan sus aulas vayan creciendo en un entorno que valora sobre todas las cosas lo que son hoy, no lo que serán mañana. 

El modelo educativo que han desarrollado los profesionales de Granada no es flor de un día. La historia de las afamadas escuelas infantiles se remonta a finales de los años 70. En un momento político muy particular se desarrolla en Granada un movimiento de cooperativas y sectores relacionados con el mundo de la primera infancia que apostaron de forma decidida por dar respuesta a las necesidades de la etapa 0-6 años. El Ayuntamiento de Granada, que iniciaba su andadura democrática, recogió este interés comenzando a configurar lo que en 1980 se constituiría oficialmente como Patronato Municipal de Escuelas Infantiles, hoy Fundación Granada Educa. El modelo ha dado la vuelta a España. Solo el año pasado visitaron las escuelas más de 800 profesionales externos. 

Pero, ¿qué hace que sean tan singulares las escuelas infantiles de Granada? Mercedes Blasi, pedagoga del proyecto, lo resume así: "Los profesionales ahondamos en la mirada de los niños siendo conscientes de la delicada materia que tenemos entre las manos". 

La entrada que da acceso a la escuela Arlequín, en la Carretera de Murcia, abre la puerta de unas sencillas pero amables instalaciones en las que se percibe que lo material es lo menos valioso de todo cuanto encierra este particular 'país de las maravillas'. Los padres han ido dejando a los niños en las aulas. Han entrado hasta la clase, han hablado con los maestros y se han marchado. Ahora los pequeños abren la puerta y se asoman al mundo. 

A las diez de la mañana la cocina empieza a funcionar. Flora y Pablo están haciendo hoy crema de verduras y pescado frito. Ese primer plato no parece muy apetecible para un niño... "¡Algunos hasta repiten!", disiente risueña Flora. El reloj da las diez y media y dos pequeñas pizpiretas aparecen en el pasillo. Sulur y Paloma se afanan en recorrer todas las clases con un listado en el que deben apuntar todos los niños que van a comer hoy. También si hay algún compañero que requiere un menú especial. Son las encargadas de 'la comanda'; una actividad reservada a los mayores de 5 años que les permite asumir una responsabilidad importante y, de paso, practicar las matemáticas. Las niñas se mueven con soltura por los pasillos y por las clases. Van solas, y esto es también un recurso para que los alumnos sientan que se confía en ellos. 

El modelo educativo de 0 a 6 años que defienden las escuelas infantiles permite que los niños puedan ir creciendo sin prisas, "en un lugar donde confían en ellos, donde van creciendo en esa tensión entre ser acompañado y ser autónomo", explica Mercedes, quien reconoce que el modelo se basa en cosas muy sencillas "darle valor a lo cotidiano, a lo ordinario". 

Pero volvamos con las niñas encargadas hoy de 'la comanda'. Han entrado en la clase de Los Árboles, donde aprenden los niños de tres años. ¿Cómo se llaman las estas dos niñas?, pregunta la maestra a los pequeños. Rapidamente los niños dicen sus nombre... algunos hasta saben los nombres de los hermanos. La maestra aprovecha nuestra visita para preguntarle a los alumnos: -¿Alguien sabe qué es un periódico? -"Una hoja con letras para leer", explica resuelta una de las niñas. -¿Y para qué sirve?, ahonda la maestra. "Para hacer barquitos de papel". Y sonreímos. 

Los niños de las escuelas infantiles no tienen libros, ni temarios ni fichas. Cada vivencia, cada inquietud que plantean es susceptible de convertirse en una lección. En el grupo de Las Palomas (5 años) se pusieron a hablar un día de las aves. Las aves derivaron en las plumas y las plumas en los antiguos sistemas de escritura. Con toda esta información hicieron un mural donde los niños se pusieron a pintar con plumas mojadas en barro y agua, en óxido de hierro y en varias tintas. 

Lucía Tapias lleva seis años como maestra en la escuela. Dice que hay que escuchar mucho a los niños, y reflexionar. "Cuando has estado en otras escuelas y vienes aquí notas mucho la diferencia. En otros sitios te dicen: aquí tienes las fichas... Aquí no hay fichas, nos basamos en la experiencia, en las vivencias". 

Avanza la mañana. Ahora son los niños de uatro años quienes recorren los pasillos camino de la cocina en busca de la fruta. "En la cocina les enseñan que comer no es solo engullir, es saborear, es oler...", explica Isabel Vallejo, la directora del centro. De su mano llegamos al patio; otro escenario de aprendizaje lleno de rincones temáticos. Tienen un rocódromo que hicieron los padres, un tipi, y hasta un muro realizado a imagen y semejanza de la Alhambra en el que se pusieron a trabajar después de que un grupo de cuatro años visitara el monumento. Curiosamente lo que más juego les da son unas viejas cajas de frutas que ponen y quitan a su antojo. 


"El éxito de las escuelas radica en que durante todos estos años nos hemos relacionado con mucha gente. Hemos conocido muchas experiencias. La formación continua es prioridad para los docentes", dice Mercedes. Pasados estos seis años, ¿qué diferencia a estos niños? preguntamos: "En los años 80 era más previsible el futuro. Hoy no sabemos en qué mundo van a vivir nuestros niños. Como tenemos que trabajar con incertidumbres hay que ayudarles a que sean personas seguras de sí mismas. Esta estrategia les va a valer siempre", dice.

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