martes, 21 de marzo de 2017

Cómo descubrir un billete falso granadahoy.com

                                                             TRIBUNA ECONÓMICA


GUMERSINDO RUIZ

El 4 de abril se pondrá en circulación el nuevo billete de cincuenta euros, dentro de la llamada serie Europa, donde están hasta ahora los de cinco, diez y veinte euros. El de cincuenta es el más usado, con más de 8 billones de billetes emitidos, que supone el 45% de todos los billetes. Por eso, el Banco Central Europeo (BCE) ha puesto todo su empeño en evitar las falsificaciones, pero como esto es imposible, quiere que al menos los ciudadanos distingan fácilmente un billete falso de otro bueno.
El billete es muy bonito, de color naranja, y con varias medidas de seguridad sofisticadas. El papel es crujiente y firme al tacto, y con la cifra 50 que cambia de color, del verde esmeralda al azul oscuro, cuando se mueve; tiene un dibujo de arquitectura del Renacimiento, y una cara de mujer, la figura mítica Europa, en una ventana transparente, o marca de agua, que se ve desde ambas caras del billete. Hace un tiempo, cuando preparaba el billete, el BCE contactó con David Eagleman, un neurólogo de la Universidad de Stanford, y le pidió que investigara cómo se puede conseguir que la gente identifique un billete falso sin necesidad de fijarse demasiado. Está claro que con una máquina de infrarrojos, u observándolo cuidadosamente se nota si es malo, pero se mueven millones en falsificaciones de mala calidad y pasa tiempo hasta que se detectan. Eagleman propuso que los billetes fueran muy simples para no distraer la atención, todos del mismo tamaño y con una cara humana. Lo primero se desechó, porque el BCE quiere reforzar la imagen del euro con billetes artísticos y de calidad; lo segundo no era posible porque las máquinas están preparadas para los tamaños actuales, y lo tercero sí se ha aceptado, pero no hay una cara de una persona real que represente a Europa.
El cerebro está muy especializado en identificar los detalles de las facciones humanas. Esto es algo que saben los expertos en arte, y así lo menciona recientemente Christopher de Hamel en su fascinante y portentoso libro Encuentros con manuscritos notables, al señalar que los códices se distinguen especialmente por las caras de las miniaturas. "Es curioso -dice- cómo el cerebro humano instintivamente reconoce una cara, y son los ojos los que detectan las falsificaciones y pastiches anacrónicos en el arte". Así pues, una cara en un billete es la forma más sencilla de distinguirlo de falsificaciones, y algo que cualquiera de nosotros puede apreciar sin necesidad de fijarse demasiado.
Es sugerente ponerle cara al euro y a Europa, pero, aunque la heroína de ese nombre es un personaje interesante, raptada y amada por Zeus, del que recibe regalos tan útiles como un autómata guardián de las costas, un perro que no deja escapar presa alguna, y una jabalina que jamás erraba el blanco, no es de verdad. Podríamos organizar un movimiento en Europa y proponer personas, aceptadas por todos los países, para nuestros billetes; es muy difícil conseguir un acuerdo, pero en el proceso se abriría un debate sobre lo que nos une o nos ha unido. Eso no sólo es bueno, sino casi una necesidad ante las dudas actuales por el proyecto europeo en su 60 aniversario.

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