domingo, 22 de abril de 2018

¿Dónde están NOSOTRAS que no las veo? elhuffingtonpost

YOLANDA DOMÍNGUEZ
Quiero que cierres los ojos por un momento e intentes imaginar a una mujer poderosa. Probablemente a tu ojo izquierdo le hayan dado espasmos al escuchar estas dos palabras juntas y tu lóbulo temporal está sudando la gota gorda tratando de encontrar un referente de mujer con poder en los lugares más recónditos de tu memoria. Tras un lapso de tiempo (mucho más largo que si te hubiese preguntado por un hombre) te habrán venido a la cabeza dos tipos de perfiles: el de Angela Merkel, la presidenta de Alemania, con pantalón, pelo corto y semblante serio. O el de Beyoncé, la joven cantante con body-tanga y taconazos, que contornea su culo de arriba a abajo. El acceso de las mujeres a los lugares que asociamos con el poder suele estar totalmente vetado a no ser que nos pongamos el disfraz de tío en el caso de la política, o nos despelotemos en el caso del espectáculo.
Resulta patético comprobar cómo los hombres poderosos intentan hacernos creer, sin éxito, que sí cuentan con nosotras. Desde dirigentes de partidos de derechas, como Mariano Rajoy y Albert Rivera, que tras la manifestación del 8M se colocaron lacitos morados en la solapa y proclamaron su deseo de "liderarnos". Hasta los tres cabezas de cartel de uno de los partidos de izquierdas, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Ramón Espinar, que esta semana han posado para la foto con un gran letrero que decía "NOSOTRAS". No sabemos si también pensaban embutirse en el body-tanga de Beyoncé pero tampoco les ha hecho falta para hacer el más absoluto ridículo. Mientras estos tres hombres se dan patadas y se ponen zancadillas para ser el que más manda, sonríen luciendo la camiseta morada y el femenino plural detrás. No se han enterado de nada.
Ahora quiero que se hagan otra pregunta... y esta es incluso más complicada. ¿Qué es el poder? Normalmente asociamos el poder a ocupar el espacio público. A ser muy reconocido o famoso. A tener mucho dinero. A obtener reconocimiento. A competir. A ser egoísta y agresivo. A aniquilar a todos tus contrincantes ¡que no quede nadie! A tener enemigos. A estar solo. En esta definición de poder las mujeres no cabemos (y sinceramente... ¿quién quiere caber ahí?). El poder ha sido construido como un territorio exclusivamente masculino para demostrar, entre otras cosas, la propia masculinidad. Las mujeres que pretendan invadir estos espacios serán duramente castigadas con todo tipo de insultos y amenazas. ¡Malfollada! ¡Zorra! ¡Gorda! ¡A fregar! Algo que, por supuesto, en las redes sociales también pasa. Hace unos días la directora del Diario Público, Ana Pardo de Vera, fue duramente criticada por cientos de hombres tras denunciar en redes a un tipo que la acosaba haciéndose pajas. Aunque nos violen o nos maltraten debemos permanecer calladas. Si en esta idea de poder las mujeres no tenemos un lugar ni somos bien recibidas, sino más bien "utilizadas", quizás lo que tengamos que hacer sea transformar la definición misma de poder. Para caber.
Hay muchísimas personas, entre ellas grandes mujeres, que están inspirando cambios muy importantes en la sociedad y que no necesariamente aparecen en los telediarios gritando a sus adversarios ni desnudándose en navidad. Quizás sea el momento de virar el concepto de poder desde lo individual hacia lo colectivo. Dejar de una vez tanto coaching de liderazgo y enseñar a los niños y las niñas a valorar el trabajo colaborativo. Entender el poder no como algo que se ostenta, sino que se entrega y se reparte. Alguien que no reclama el foco de atención, sino que cede el micrófono. Personas que no lo ocupan, sino que lo liberan. Es poderoso quien escucha. Quien logra hacer piña. Quien transmite valores. Quien aporta sin ser más que nadie.
Si al inicio de este post te hubiese preguntado "imagina a un hombre poderoso" probablemente te habría venido a la cabeza Donald Trump... Si es así, queda patente que el concepto de poder debe cambiar.

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