martes, 8 de mayo de 2018

La supervivencia del planeta pasa por la producción sostenible de aceite de palma elhuffingtonpost

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Bosques de palma aceitera en Colombia.

Un reciente estudio publicado en Current Biology ha puesto el foco sobre una realidad dramática. Entre 1999 y 2015 la población de orangutanes en la isla de Borneo se ha reducido un 50%, unos 100.000 ejemplares. Se ha destruido parte del hábitat natural en el que residen estos animales. Este estudio, en el que han participado un total de 38 instituciones internacionales lideradas por investigadores del Instituto Max Planck, apunta a varias causas principales, como la tala, la deforestación y las plantaciones industrializadas, con el objetivo de conseguir madera, papel y aceite de palma, principalmente.
Ante este escenario, ¿qué podemos hacer nosotros? Según Emma Keller, Agricultural Commodities Manager de WWF en Reino Unido, los consumidores pueden marcar la diferencia apoyando marcas y distribuidores que compren aceite de palma sostenible.
Hace sólo cuatro años, en 2014, la prensa internacional recogía que la utilidad técnica del aceite de palma proviene de su alto punto de fusión y de su bajo coste de producción. La planta de la palma (Elaeis guineensis), según el Instituto Económico Molinari, produce casi 10 veces más aceite por hectárea que la soja y más de cinco veces que la colza. En un mundo donde escasean los alimentos, tener una planta que sea tan productiva como esta es un beneficio significativo.
El cultivo de la palma aceitera (Elaeis guineensis) proporciona hoy el aceite vegetal más utilizado en el mundo. En términos absolutos, en el año 2016 se produjeron 58,9 millones de toneladas de aceite de palma, de las que Europa importó 7,07 millones, según los últimos datos publicados por la European Sustainable Palm Oil, ESPO, en su informe 'Making sustainable palm oil the norm in Europe'. De esta importación, 3,7 millones de toneladas fueron utilizadas para la industria alimentaria y 3,4 millones para el sector de la energía.
Si observamos estos datos, podemos pensar que una gran producción supone una gran superficie de cultivo. Sin embargo, entre los principales cultivos de semillas oleaginosas, el aceite de palma representa el menor porcentaje (6,6%) de todo el terreno cultivado de aceites y grasas a nivel mundial, unos 17 millones de hectáreas, pero produce el mayor porcentaje (38,7%) de la producción total. Utiliza menos de la mitad del terreno que requieren otros cultivos (como el aceite de girasol, soja o colza) para producir la misma cantidad de aceite.
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Su alto rendimiento encaja en un mundo con superficies limitadas para el cultivo. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, el 70% de la tierra disponible dista mucho de ser ideal para la producción agrícola y sólo el 11% de los suelos del mundo están libres de limitaciones serias para el uso agrícola. A pesar de este impedimento, la propia FAO apunta a que en el año 2050 la producción de aceite de palma está destinada a aumentar por su mayor productividad y crecerá al menos un 40%, ya que la población mundial superará los 9.800 millones de personas y precisará un 70% más de alimentos. Por lo que su sustitución por otro aceite vegetal no pasa por ser el mejor remedio.
Según el Fondo Mundial para la Naturaleza, WWF, parte de la solución pasa por certificar la producción del aceite de palma bajo las normas sostenibles de la Mesa Redonda para el Aceite de Palma Sostenible, RSPO, que se creó en 2004 e integra a empresas del sector y ONG.
La aplicación de los criterios ambientales y sociales de RSPO está ayudando a minimizar el impacto negativo del cultivo de palma de aceite en el medio ambiente y en las comunidades de las regiones productoras. El camino está trazado e invita a empresas, agentes sociales y a otros sectores de cultivo a ir de la mano de la trazabilidad sostenible.
La RSPO está poniendo todo su empeño pero todavía hay 120 millones de hectáreas de soja, 25 y 33 millones de hectáreas de girasol y colza en el mundo que no están certificadas prácticamente ninguna, como tampoco lo está el arroz, el trigo, el maíz, el cacao, el café, el algodón, la carne de vacuno..., que también contribuyen a la deforestación mundial.
En 2014 ya se hablaba de formar una fuerte coalición ambiental para eliminar completamente al mundo del aceite de palma, pero algunos grupos ecologistas parecen estar adoptando un enfoque más práctico. Debido a que simplemente no hay una alternativa viable, Greenpeace y otros presionaron por un enfoque más sostenible de la producción de aceite de palma, reconociendo que es una importante fuente de ingresos para los países en desarrollo. Piden que se acabe incluso con la financiación y abogan, como hizo el banco HSBC, por una financiación sostenible del aceite de palma.
Desde Greenpeace UK, Alison Kirkman comenta que si todas las empresas de bienes de consumo dejaran de usar aceite de palma, la demanda cambiaría a otro aceite vegetal, tal vez soja, colza o girasol que al cultivarse en grandes cantidades, también ocasionarían graves problemas ambientales, incluida la destrucción de la selva.
Por tanto la reglamentación gubernamental y la intervención en el mercado voluntario pueden ayudar a incentivar la expansión de las plantaciones de palma de aceite sostenible protegiendo los ecosistemas ricos en biodiversidad

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